MONTAJE 3
MONTAJE 3
Análisis:

El fragmento empieza con una coincidencia audiovisual (sincronización) donde podemos escuchar el sonido del hielo chocando contra las copas, y podemos ver la imagen que le corresponde. En esta parte del inicio el dialogo que se produce entre la imagen y el sonido es a veces interrumpido cuando muestran los créditos, donde nos sacan la imagen y sólo nos queda el sonido de lo que antes estábamos viendo. Así la narrativa no es cortada, porque el sonido en sí mismo es una narración, tiene autonomía, como si fuera un personaje más. Queda en el espectador "completar" lo abstracto de los ruidos que se escuchan: las sillas arrastrándose, el hielo que choca en las copas, el ruido de los relámpagos, etc. Todos estos sonidos que pertenecen al espacio de la narración o de la acción son sonidos diegéticos. Mas adelante se puede escuchar los balbuceos de la señora que sirvió el vino en las copas, en la escena en la que está recogiendo las copas vacías. Martel todo en tiempo corta la fuente, la señora es cortada o no es encuadrada cuando balbucea, trayendo una ambigüedad en cuanto a la fuente del sonido.



Análisis:

Esta obra rompe con el silencio inherente que caracteriza al objeto visual. Incorpora el sonido a la instalación, dándole una connotación plástica: el sonido como creador de espacios. Aquí se forma una hibridación artística, o obra intermedia, donde todos los elementos son interdependientes y funcionan en simultaneidad. A través del sonido se pueden construir espacios, un recorrido espacial para esa escucha.
También quisiera remarcar que en esta obra se ve la influencia de la máquina. En la historia se puede ver que la evolución musical fue progresando paralelamente con la multiplicación de las máquinas. Máquinas que han creado mucha variedad de ruidos: sonidos extraños y ásperos que nos visualiza la ciudad, las máquinas, las fábricas y los automóviles. Estos sonidos son los que serían llamados "sonidos no-musicales" (comienzos del siglo XX).
Daniel Moreno (1995)
Silencio
Análisis:

En esta obra se puede percibir el Sonido visual del que habla Haro. Es un objeto visual silencioso, donde el sonido es usado como un elemento poético a través de una lectura visual. Es una figuración del sonido, que al usar elementos tridimensionales sobre un soporte bidimensional (como el papel) se agrega movimiento a un objeto estático. Se le da vida a lo inerte, y como resultado se da una relación sinestésica entre la vista y el odio, una realidad perceptiva dialéctica.



Lucrecia Martel (2001)
La Ciénega
Jean Tinguely (1986)
Mengele-Totentanz
Ícaro Zorbar (2006)
El triangulo dorado
Análisis:

Esta performance/instalación forma un espacio auditivo por medio del cruce de sentidos, donde dos tocadiscos tocan una canción simultáneamente. Se podría considerar una acusmática porque la escucha se hace reducida por la disonancia de los sonidos y el eco. La causa del sonido y el sentido se vuelve tan abstracta que el dispositivo que es visible (el tocadiscos) no es el punto focal de la obra, sino que lo es el sonido en sí mismo. Se construye una independencia física. Esto es a lo que Haro, citando a Michel Chion, definiría como un objeto sonoro: "Todo fenómeno sonoro [...] que se oiga mediante una escucha reducida que lo enfoque por sí mismo, independientemente de su procedencia y su significado." El sonido ahora pasaría a ser un elemento formal y expresivo cuando esté fuera de la música.